El Presidente más polémico que Norteamérica haya conocido está a punto de
pisar la Casa Blanca, hoy, conoceremos sus “otras” residencias.
(Edition in English)
(Edition in English)
Los Trump posan en su Triplex de Nueva York
“Somos como Hillary y Trump”, dijo con sorna el Topo (apodo de Tom)
a Anti (apodo de John) un día que habían coincidido en
el ascensor, claro que cuando lo dijo ni se le había pasado por la cabeza que
el polémico multimillonario tuviera opciones de llegar a la Casa Blanca. El día después de las
elecciones presidenciales de Norteamérica
volvieron a coincidir a la entrada del edificio donde tenían sus oficinas, y
John no desperdició su oportunidad de devolverle el golpe “A ver cómo se desarrolla mi
mandato”, susurró burlescamente.
Su convivencia había sufrido una curiosa
transformación desde que un juez les obligara a “convivir” en la misma empresa, la que habían creado entre
los dos, “The Celebrities Buildings”,
se llamaba. Si al principio John lo pasaba mal teniendo que ver a su
traicionero socio, ahora era Tom el que no soportaba la situación. En la planta
quinta, cada cual se dirigió a su despacho. En la puerta del de Anti, le
esperaba una grata sorpresa, la periodista estrella de la casa: Alicia Kyes (que no Keys).
Palacete de Mar-a-Lago
Alicia miraba hacia los lados y, cuando su jefe
se acercó lo suficiente, le susurró al oído: “¡Abre, rápido! ¡Tengo una
Trump-sorpresa!, John se alegró de haberse bañado en la colonia
preferida de la mujer. Dentro, Alicia se desabotonó su abrigo (los ojos se le
pusieron en forma de plato al dueño de la empresa), para mostrar un dossier que
llevaba escondido (¿decepción?), la primera imagen era la del futuro (ahora sí)
Presidente de los Estados Unidos de
América, Donald Trump.
Interior del Palacete de Mar-a-Lago
“He estado recopilando información sobre las otras residencias de Trump –dijo, sin poder disimular la frustración por el
resultado de las urnas- aquí te las
muestro para poder hacer un publi-reportaje completo, si te parece, claro”.
Observó las imágenes mientras escuchaba a la afro-nipona con atención, las
primeras eran de la Mansión preferida por el magnate, la palaciega Mar-a-Lago (bonito nombre) situada en Palm Beach, Florida.
El Palacete de Mar-a-Lago
Por lo visto los Trump tenían por costumbre
viajar allí los fines de semana (no parecía mala idea), no en vano tiene 126
habitaciones y las mejores vistas del Océano Atlántico, además de 17 hectáreas
de disfrute. La Mansión le costó a
Donald 10 millones de dólares (9,21 de euros) en 1.985, aunque ahora está
valorada en 200 (184 de euros) y sigue subiendo. El edificio sirve también
como club privado y spa, generando millones anuales de beneficio.
Mansión en Palm Beach
En su interior te puedes deleitar con
antigüedades del estilo Luis XIV, un
salón de baile revestido con oro, tapices flamencos, 2.200 piezas de mármol que
sirven de pavimento y un espectacular
patio rodeado de columnas talladas en piedra
y decorado con 36.000 azulejos (¡Uau!) que hacen que te traslades hasta el edificio más histórico de
España: La Alhambra de Granada.
Tampoco está mal si piensas que la cubierta se compone de 20.000 tejas trasladadas
de un palacete cubano.
Mansión en Palm Beach
Cerca de allí, en el año 2.004, Trump compró un
edificio de una sola planta por 41,4 millones de dólares (38,13 de euros) para
reformarlo y vendérselo a Dmitry
Rybolovlev (magnate ruso dedicado a los fertilizantes, si, el del Mónaco fútbol club) cuatro años más tarde, en 2.008, por 95
millones de dólares (87,50 de euros), todo un negocio. Su curiosa forma
semicircular contempla un pedazo de playa privada con (por supuesto) jardines y
terrazas.
Beverly Hills
Materiales como el oro y el mármol se
complementan con diamantes para el gusto de sus inquilinos. Dentro, 18
habitaciones (algunas con techos abovedados), nueve baños, salón de baile, sala
de prensa y aparcamiento para 80 coches. Dicen
que para entrar necesitas hasta calzado especial… ¿extravagancia o exceso? Ricas
alfombras y decoración barroca impregnan sus 3.065 metros cuadrados de
superficie.
Beverly Hills
Al unísono, Alicia y John cogieron la misma foto,
una imagen que les había atraído, se miraron y, a él, le pareció ver un leve
rubor en la mirada de ella. La mansión que aparecía retratada había sido
propiedad de Trump en 2.008, aunque la había vendido al año siguiente. Ahora,
su valor se había multiplicado por tres, hasta llegar a los 30 millones de
dólares (27,63 de euros).
Antiguo hogar de los Trump en Connecticut, en Long Island
Estaba en Beverly
Hills, junto a otro inmueble del magnate, su residencia cuando quería
rodearse de estrellas de Hollywood.
El estilo clásico griego se expande por toda la propiedad, en sus majestuosas
columnas, en su pavimento marmóreo y los balaustres del mismo material. En sus
casi 1.400 metros cuadrados no hay espacio para el aburrimiento, pero, si los
usuarios lo hacen, lo mejor es salir a la fantástica piscina con césped
reticular y cancha deportiva.
Primera Mansión de los Trump en Connecticut
Pasaron a la siguiente residencia, la primera
mansión del magnate, comprada durante su matrimonio con Ivana, en Connecticut, en 1.982. La mansión fue construida en 1.939 en
estilo colonial, sus impresionantes 1.850 metros cuadrados cuentan con ocho
habitaciones, 10 baños, teatro, cine, canchas de tenis y tres apartamentos para
el personal. Cuando se compró, Ivana
Trump la reformó con los mismos materiales usados en el Hotel Plaza.
Seven Springs, en Bedford
Ahora, estaba de nuevo en venta por 54 millones
de dólares (49,74 de euros), sus últimos propietarios la han reformado para
añadirle más habitaciones y una piscina cubierta. La ubicación de la vivienda, junto al estrecho de Long Island, le
permite tener un muelle y disfrutar de unas vistas sin igual mientras
juegas al golf en su estupendo césped.
Seven Springs.
“Trump ha dicho en varias ocasiones que una de sus residencias habituales – dijo Kyes acercándose un poco a John- y preferidas, por supuesto, es la que compró
en Bedford, la llamada Seven Springs, por la que pagó 7,5
millones de dólares (6,91 de euros) en 1.995, incluso pensó en construir un
campo de golf pero no pudo vencer las reticencias de sus vecinos”, señaló
con cierta alegría, parecía orgullosa de esas personas que no conocía.
Albemarle House.
La mansión se construyó en 1.919 para Eugene Meyer (presidente del Banco
Mundial) y cuenta con 15 dormitorios de
un total de 60 cuartos en sus 4.600 metros cuadrados. Cuenta también con
dos apartamentos para el personal, tres piscinas, una bolera, un establo y una
casa separada de estilo Tudor. Los Trump la utilizan sobre todo en verano y
para algún que otro relajado fin de semana.
Vistas desde Albemarle House.
La siguiente foto era la antigua mansión de Patricia Kluge, en Charlottesville, Virginia, (¿Cuántas mansiones podía comprar este
hombre?), una ganga que había conseguido en el año 2.011 por sólo 6,5 millones
de dólares (6 de euros), sus 7.000 metros cuadrados abarcan 45 habitaciones,
sala de cine, establo, invernadero y una casa para huéspedes, además de poseer
una capilla y jardines estilo inglés.
Interior del Triplex de Trump.
Albemarle House, así se llama la
vivienda, fue construida hace 30 años por el multimillonario John Kluge, un magnate de los medios de
comunicación y el entretenimiento que fue dueño de los Harlem Globetrotters, esto y que Kluge fuera considerado en su
época el americano más rico por la revista Forbes, animaron a Trump a luchar para conseguir esta bellísima mansión. Otro
aliciente, por supuesto, fueron sus viñedos, que llegaron a cosechar una gran
fama por su exquisito vino.
El oro es un material de decoración en el Triplex de Trump.
Las últimas imágenes ni siquiera las estaban
mirando, frente a frente, los acalorados personajes de este post hablaban
absortos y casi al unísono. “La
residencia más famosa de Trump está en Nueva
York, claro, en su edificio más icónico, se trata del triplex que ocupa el
ático de la Torre Trump y que
conmemora fielmente el estilo Trump,
fastuoso y derrochador. Su valor
ronda los 100 millones de dólares (92 de euros) y desde sus ventanas se puede
ver el Central Park y el horizonte de Manhattan.
Melania usa su portátil en su habitación de la Torre Trump.
El mármol (de nuevo) recubre pisos y paredes, se transforma en columnas que
culminan en capiteles de orden corintio
de oro de 24 quilates. En el techo continúan las decoraciones en el metal
más valorado por la humanidad, así como increíbles escenas de la antigua
Grecia. Esta mitología griega impregna cada detalle del inmueble: una estatua
de Eros y Psique en la mesita del
salón, enormes vasos griegos debajo de
un cuadro de Apolo en su carro dirigido por Aurora, una increíble chimenea
de mármol blanco e infinidad de detalles.”
Vista desde el Triplex de Trump.
Después de unos segundos Anti no pudo retener más
sus sentimientos, “el ático de Trump
deslumbra con tanto oro, pero no tanto como tú, Alicia, sé que nos separan
veinte años pero…”, en ese momento la periodista tapó la boca de su jefe
con la suya, fundiéndose en un apasionado beso, “No hables más y llámame Melania”,
dijo la otrora activista anti-Trump.
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