Durante años ha sido el eje principal del turismo en Lanzarote, también
su salvaguarda y defensor Medioambiental
No
hay otra isla como Lanzarote en ningún lugar del Atlántico, su peculiar
orografía y su clima único la convierten en un espectacular sitio para vivir, y
en un mejor sitio para veranear, todo el año. Sin
embargo, a la isla le faltaba algo que el tiempo le había negado: una identidad
arquitectónica, un recurso paisajístico, un impulso internacional. Por suerte, quién
lograría todos estos recursos para la isla, nació allí mismo, en Arrecife, y no
paró hasta lograr su objetivo.
En la isla puedes ir al Mirador del Río, que, escondido debajo de
una gruesa capa de piedra volcánica se convierte, sin duda, en el mirador más
increíble al que puedas asomarte. Dentro,
un camino serpenteante de paredes blancas y suelo de madera te lleva a la zona
interior del mirador, hasta una sala donde dos grandes ventanales ligeramente
curvos te guían hacia el exterior, incrementando el efecto óptico de amplitud. En
la sala, figuras de metal y varillas adornan el espacio y logran evitar la reverberación
del sonido.
Por
la escalera de caracol se accede a las terrazas mediante un lucernario de
bellísima fractura. Una famosa escultura de hierro forjado que representa un pez y un
ave, símbolos naturales del agua y el aire, te recibe a la entrada del recinto.
Puedes visitar también los Jameos del Agua, que están ubicados en las grutas de
una cueva volcánica. El nombre del artista ya lo sabéis, César Manrique, pensarás en él
cuando mientras bajes las escaleras del “Jameo
chico” y pierdas la vista entre la vegetación, la pista de baile o las
decoraciones en piedra y madera del lugar.
En el interior de la gruta volcánica te espera un lago natural, si
tienes suerte incluso verás la blanca luminosidad del día desprenderse por un
hueco en la parte superior de la bóveda, la luz del sol contrastando la
oscuridad de la cueva. Cruzando el lago natural por una pasarela descubrirás el
“Jameo grande” y, con él, el oasis. La primera sensación que tendrás cuando
descubras el oasis de Manrique es de incredulidad. Una piscina blanca, con un
fondo de agua azul en medio de un mar de rocas, palmeras y cactus que no parecen
reales, pero lo son.
Puedes visitar después el “Jardín del Cactus”, la última obra
espacial de Manrique, todo un alarde de integración paisajística y un ejemplo
que debería estudiarse en las escuelas. Puede que no te guste la idea de un
jardín de cactus, pero déjate llevar y entra. El lugar era una cantera para
extraer áridos, ya abandonada, el artista se empeñó en darle la forma y
dimensiones que posee actualmente. Caminos serpenteantes rodeados de gradas de picón
y cactus, con algunos estanques conteniendo peces de colores, te llevan a dos
construcciones singulares: una tienda de objetos y una cafetería.
La ruta turística por la isla te llevará a muchos lugares, casi
todos ellos tienen algo que ver con el artista, mal llamado por muchos
Arquitecto, dado que nunca empezó la carrera y, por ende, mucho menos pudo
terminarla. Suyo es el Palacio Real de
la Mareta, construido por encargo del Rey Hussein I de Jordania, el cual lo
regaló al Rey Juan Carlos I de España años más tarde. Visita también las bodegas
“El Grifo”, cuyo logotipo hizo el afamado artista, pero cuyos vinos estaban
mucho tiempo antes allí, de hecho, es la bodega más antigua de Canarias y una
de las más añejas de España.
No te vayas de Lanzarote sin pasar por la que fue su casa, Taro de
Tahiche, que es ahora sede la fundación César
Manrique, tiene 30.000 metros cuadrados de terreno, 1.800 de superficie
habitable y unos 1.200 metros cuadrados de jardines y terrazas. Por supuesto,
indeleble quedara en tus retinas el estupendo muro exterior de mampostería
recubierta de cal, con un colorido dibujo que parece no tener principio ni fin.
La Cal se extrae de las piedras Calizas o de las Dolomías, cada
una tiene minerales en proporciones diferentes que les confieren diferentes
propiedades. Básicamente existen dos tipos: aéreas e hidráulicas, su distinción
viene dada de la posibilidad de reaccionar con agua o no. Las piedras calizas
de Lanzarote fueron exportadas durante siglos siendo ésta una de las
principales actividades económicas de la isla, también se utilizaban en sus
construcciones, para ello se construían “Caleras” (hornos de cal) en las que se
introducían los piedras previamente molidas. El producto saliente una estupenda
cal en polvo o cal viva que hay que apagar y dejar reposar para poder utilizar.
El uso de la cal proviene de una tradición milenaria: la de
aprovechar los recursos naturales. Cada vez son más las voces que la aconsejan
por sus enormes cualidades frente al cemento (en lo que a acabados se refiere,
claro). Tienen una estupenda
plasticidad, no se retraen con la humedad y se adapta muy bien a las
deformaciones gracias a su elasticidad (no tiene fisuras), es permeable al
vapor de agua (no al agua) lo cual la hace transpirable (adiós condensación),
además proporciona un buen aislamiento térmico y acústico. Por cierto, se
puede utilizar como pintura, aunque los profesionales lo llaman “enjalbegar”,
eso sí, debes realizar la acción una vez al año.
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